Lo tenemos todo medido, controlado, contado. Cada poco hacemos inventario, incluso instintivamente antes de salir de casa. ¿Llevo las llaves? ¿El móvil? ¿La cartera?
Nos medimos la altura, el peso, el tamaño de la cintura. Hay hasta el dato del tamaño medio a nivel mundial de nuestros penes. Imagino que lo habrá también para el pecho de las mujeres, pero claro, a mi se me quedó en la memoria la otra cifra.
Este mismo artículo generará datos referidos a cuánta gente lo ha visto, será comparado con el de ayer, con los del mes anterior. Pasará de ser un texto a un dato. Como pasamos a ser nosotros un conjunto de cifras en cuanto usamos cualquier Red Social, aunque luego nos llevemos las manos a la cabeza al enterarnos de que, cual dato, nos venden.
Siendo personas no nos podemos comparar, pero si nos cuantificamos la cosa se complica. Lo mismo pasa con los textos, las esculturas, los museos. Al medirnos pasamos a ser mas altos o más bajos que los demás, más gordos, mejor o peor dotados, más visitado, más rentable, mejor pagado.
Incluso podemos medir si somos más o menos «inteligentes» que los demás. Nos medidos con notas, carreras y algún que otro Máster. Sí, eso nos lleva a que también podemos falsear lo que somos, pero no quisiera que estas líneas fueran de actualidad política…
Me preocupa que no haya nada que no midamos. Hasta cuando queremos a otra persona tratamos de decirle que nosotros la queremos más.
Así que somos por comparación, que no es otra cosa que ser frente al otro. Y claro, a partir de ahí, nada puede ir demasiado bien.
Volvamos a este texto. En realidad será el mismo lo lea alguien, lo lean mil personas o no lo lea nadie. Pero no. Pondrá lo mismo, pero hasta que no se compare con otros no sabremos lo que es en verdad.
Voy a buscar algo que no se pueda medir, voy a dedicar a eso este día. Que son 24 horas, de un 21 de Marzo, de 2018. Igual necesito ayuda.