Las grandes palabras esconden una realidad más oscura, sucia y complicada. En política, lógicamente, el uso de estas palabras es esencial.
Pero la política lleva a la gestión. Cuando una campaña (de comunicación) termina y los pactos se cierran hay un ganador, alguien al que le toca tomar decisiones. En España se actúa como si se siguiera en campaña, pero en realidad eso no es posible cuando hay que gobernar. No estar en el gobierno, que es otra cosa.
La división política en España gira ahora en torno a un debate de dos grandes ejes; Sanidad o Libertad. No entremos en la justicia o injusticia del uso de los términos, asumamos que irremediablemente así están sobre el tablero.
La cuestión de la Sanidad recae en el eje de la izquierda ideológica casi de forma automática y porque la gestión de la derecha en España de tal sector no es un fuerte para ellos. Así, el concepto del cuidado, de sanar, de salud es la bandera de «los unos».
«Los otros» han tomado la de la Libertad. La libertad para salir a la calle, la de tomar nuestros riesgos, la de poder abrir comercios, la de no atender a las recomendaciones de este Gobierno. Este concepto no es tan espontáneo, pero tiene una fácil asociación con un liberalismo económico que sin duda lo respalda.
A simple vista es un debate, como decía, de grandes ideas. Salud o Libertad. ¿Qué va antes? Dos o tres tratados de filosofía podríamos hacer.
Pero no está ahí el debate. Esos términos con los que se combate en público esconden la pelea real, la que todos conocemos pero también nos negamos.
¿Cuántos muertos diarios son aceptables, normales, como para volver a abrir todo?
En eso estamos. Seguimos creyendo que no nos pasará a nosotros, que ha estado cerca, pero que estamos a salvo, que es cosa de mayores y débiles. Por mucho que las evidencias y los médicos nos dicen lo contrario, creemos -como grupo- que estamos más a salvo de lo que nos cuentan. No estamos tan asustados como para pensar únicamente en nuestras vidas.
El enfrentamiento no es de Libertad o Sanidad Púbica, la pelea está en cuántas personas muertas al día son aceptables para volver al trabajo, para volver a los colegios, para abrir las tiendas y los bares.
Así de crudo. Hasta el Gobierno, que lógicamente preferirá que la apertura llegue cuanto más cerca del cero estemos (y su gestión debe ir encaminada a ello), tiene que asumir que muy probablemente salvar a todos pueda ser a la vez la condena de toda la economía y lo que eso supone.
La situación ideal de cero muertos y economía abierta no se va a dar, desgraciadamente. Ya nos lo han dicho con otras palabras; aplanar la curva, desescalada, cifras estabilizadas, salimos «con» la pandemia y no «de» la pandemia, nueva normalidad…
Ahora estamos en la guerra sobre quién define la balanza hacia un lado u otro, aprovechando la (mala) gestión de unos y otros por tener que tomar esta decisión desde un punto tan alejado del ideal (0 muertos, todos activos)
Si escuchan, es fácil de ver en los argumentos de los debates:
«Ninguna vida vale más que un negocio que cierra»
«Hay que permitir a la gente trabajar, muchas familias no tienen ya para comer»
«No me ha matado el virus y me va a matar el hambre»
«Se puede recuperar un trabajo pero no a un ser querido»
«No vamos a dejar nadie atrás»
«He tenido que cerrar mi negocio y no puedo pagar el alquiler»
Podemos incluso estar de acuerdo con todas ellas a la vez. Nosotros, pero el que gobierna tiene que elegir. Porque la nueva normalidad (fíjense qué bonito) es volver a salir a la vida, asumiendo que unos cuántos morirán por ello (fíjense lo terrible que oculta).
Las responsabilidades políticas tienen que ver con lo mencionado antes. Hay países que tomarán esta decisión más cerca de «todas las vidas salvadas» y otros más lejos. Por muchos factores, sí, pero también por cómo han gestionado la crisis.
Anexo esperanzador: Nuestra salud no depende exclusivamente de la decisión del Gobierno. Usted puede extremar las precauciones, usted puede decidir irse a un lado de esa balanza. Usted puede mantener la distancia social, usar mascarilla… Podemos hacer que la decisión sea lo menos dolorosa posible poniendo todo de nuestra parte por no arriesgar la vida de nadie o podemos salir a manifestarnos con cacerolas en plena pandemia.
Anexo 2: Seguro comparto con la mayoría de los lectores la indignación por estar así, por estar viendo esta pelea. Y el miedo, el miedo de que al final uno no sea tan fuerte y le toque. Pero todos los países están en la misma pregunta y algunos, en la respuesta…