Más despacio, menos cosas, más sencillo.
Cuando íbamos más rápido, más cosas hacíamos y más complicadas parecían.
Frenazo, de golpe. No somos uno, somos montones, una sociedad entera. Tanto que lo que hacemos tiene consecuencias inmediatas en el otro y viceversa. Resulta que nuestra salud, la de la gente que amamos, depende de lo que otros hagan, de lo responsables que sean, de la empatía que tengan.
Despertamos en sociedad, tras un sueño individual largo y profundo. Un despertar abrupto, como no podía ser de otra forma.
Lo que se daba por supuesto cierra, lo que nos permitía escaparnos se ha vuelto peligroso, contagioso. Y no podemos vernos, justo cuando creíamos que no hacía falta que lo hiciéramos.
Ahora echamos de menos, descubrimos lo vacío que es un mensaje en el móvil, lo ausente de una videollamada. Vamos a apreciar todo aquello que nos parecía una herencia atrasada de una vieja sociedad no adaptada todavía al online.
Y lo contrario. Porque sí se puede trabajar más desde casa, sí se puede abrir menos y tener más tiempo. Porque sí se puede contaminar menos, muchísimo menos, con medidas realmente efectivas. Menos reuniones por reunirse, perderemos ese mal hábito. El trabajo, por proyecto, no por tiempo. No se nos va a olvidar que se puede.
Conocer al empresario. Al local y al grande. Descubrir que están mucho más cerca de lo que creíamos y sentir lo que nos necesitan. Un consumo consciente, que permite el trabajo a quienes hemos visto perderlo o llorar por mantenerlo.
Innovar, adaptarse. Nos toca volver a hacer cosas en vez de comprarlas.
Seremos diferentes, pues es lo que nos sucede cuando vivimos aquello que creíamos que no viviríamos. El mundo cambia, como cuando cambia al tener un hijo. Pero de golpe y a la vez, todos.
Ese todos nuevo, fortalecido. La realidad demostrando lo conectados que estábamos cuando menos queríamos verlo. Puede que incluso entendamos a los que huían de otros virus, con otras formas, hacia nuestras fronteras.
Aquí estamos, cuidando lo que hacemos por los nuestros y por los otros. Al alza la ética y una nueva moral social cuando más bajo cotizaba, cuando no aparecía ni en las apuestas.
Guardemos y cuidemos esta experiencia de lo público, del esfuerzo común y del sentirse una parte esencial del todo. Nunca dejó de ser así, ni cuando éramos incapaces de verlo porque no aparecía en nuestros móviles. Siempre, sin excepción, lo que hacemos individualmente tiene un eco en la sociedad. Estaba costando enseñarlo, hacerlo ver, hasta ahora.
Volvemos a vernos con ganas de volver a vernos.