Igual nos cura el Coronavirus

Egosimo, superviviencia, sálvese quien pueda. A por mascarillas, terminemos con las existencias de papel higiénico, vaciemos los supermercados, colapsemos las urgencias y exijamos la devolución de todo nuestro dinero, cancelemos las reservas, encerrémonos en nuestras cuevas.

Y por un virus que ni nos convierte en zombis, ni nos convierte en monstruos malditos.

Nos hemos acercado demasiado al caos por demasiado poco y eso es mucho más preocupante que el Coronavirus.

Es en situaciones como estas – cuando se toman medidas para controlar un virus y hacer bajar la tasa de contagiados y no para evitar la extinción de la civilización humana- cuando precisamente se debería haber actuado con un compromiso doblemente social, en vez de estar a un paso del saqueo de tiendas.

No es ya la necesidad de comprender que debemos dejar las mascarillas para quienes de verdad lo necesitan, o que no hay necesidad alguna de hacer compras para meses de aislamiento estando precisamente así expuestos en sitios cerrados con más gente, es entender que estamos ante un momento que exige un esfuerzo solidario compartido.

Objetivamente estamos lejísimos de llegar al punto de «sálvese quien pueda». Si llega, yo les aviso, que soy devorador insaciable de series y películas apocalípticas. Estamos más bien en una situación donde el caos sólo puede darse por una creación voluntaria nuestra. Si se da es por nosotros, no porque el virus tenga capacidad de crearlo.

Es decir, estamos creando socialmente unos síntomas críticos para un virus que por sí mismo no es capaz de provocarlo.

El colapso de la Bolsa es social y la posible quiebra de empresas igual. Eso no lo va a hacer el virus, lo haremos nosotros si seguimos cayendo en esta espiral paranoica.

Si una empresa que nos presta servicios se queda sin posibilidad de prestarlos precisamente por las medidas tomadas en favor del control del contagio está en nuestra mano el compromiso social de no exigirles más de lo que la propia empresa pueda dar.

El Gobierno, por malo que sea, tiene capacidad para ir frenando la expansión del virus. Sabe del riesgo de colapso del sistema sanitario, de sus límites y las medidas que puede ir tomando. En cambio ningún gobierno, por bueno que sea, puede hacer frente a una situación de caos general provocada por el egoísmo y el afán irracional de supervivencia.

Porque somos una sociedad y mientras actuemos como tal podemos reaccionar. Si nos convertimos en individuos aislados luchando unos contra otros ahí no cabe ni estado, ni gobierno ni nada. Les aseguro que lo echaríamos de menos porque ahí crecen los peores virus.

Viene bien recordad que las medidas que estamos «sufriendo» son preventivas (¡por fin las hay!) y no resultado del descontrol de la enfermedad. Se trata de evitar llegar al punto crítico, luego no hemos llegado todavía.

Seamos sociales, más sociedad, aunque sea mejor no estar en contacto durante unos días.

Es el momento de ver más al otro sin que esté delante. De ver a quien realmente necesita la mascarilla, de ver a las personas mayores que no pueden ir a hacer la compra luchando contra masas vaciando los supermercados y de ver a los empresarios que van a tener que cubrir unas pérdidas por el bien de todos.

Pensemos más en el otro que en nosotros y el Coronavirus pasará a la historia. La respuesta individual es inútil, debe ser social, colectiva, coordinada.

Una pena que nos haya pillado esto en un momento general tan individualista, en horas tan bajas como sociedad que facilita su expansión hasta el infinito. Es cierto, pero quien sabe, igual el Coronavirus nos acaba curando ese mal. Si no lo logra curar, ahí sí que vamos a sufrir…