Seguro que lo recuerdan. Cuando todas las formas empezaron a desaparecer.
Entonces era crispación. La palabra de moda, la más utilizada, la clave de todas las tertulias. Y tenía un nombre que destacaba sobre todos; Jimenez Losantos.
Por aquel entonces se pasó de hacer críticas duras a insultos burdos, gracietas y a llenar la política de apodos hirientes. Bambi, Maricomplejines,…
De ahí la cosa fue subiendo y no precisamente de nivel. Mientras Federico seguía ampliando su diccionario de insultos la sociedad se crispaba cada vez más, polarizándose más visceral que ideológicamente.
De golpe, ya no estábamos en desacuerdo, directamente odiábamos. En los platós se abucheaba al tertuliano de un lado y otro y -dependiendo del programa- hasta se le insultaba desde el público mientras hablaba (créanme).
De las opiniones pasamos a los «zascas», a la humillación, a los titulares en los que alguien «destrozaba» al otro. Entre medias Twitter, claro.
Con todo revuelto llega el esplendor de los casos de corrupción en España, con escándalos diarios y de ahí pasamos al 15M (¿Alguien lo recuerda?) donde la distancia se abre al máximo, «no nos representan» y «lo llaman democracia y no lo es».
Podríamos decir que todos estábamos enfadados con todos. Mucho y de forma muy intensa.
Y llega Podemos. Nos explica que el problema es que en realidad esto es una batalla entre los de arriba y los de abajo. Nos dicen que la derecha es mala, claro, pero que el PSOE también, porque «PSOE y PP, la misma mierda es».
No era perfecto el PSOE, desde luego, así que un incipiente Pablo Iglesias lo pone en su diana diaria y contra él dispara sus ataques; «No están en los desahucios», «El PSOE envía a la policía contra la gente de la PAH», «al que practica la política le tiene que afectar algo», «Les da igual que haya sanidad mejor o peor», «El PSOE vive en los Consejos de Administración», «El PSOE hace recortes porque no les afectan», «Ya me dirás lo que sufre Rubalcaba», «No pasa nada por romper una vitrina de un McDonalds»... Seguro que les vienen a la cabeza algunos reproches más.
El PSOE pasó a ser tan malo como el PP, porque todos eran casta frente a «la gente normal».
De tal forma que ya no sólo estábamos enfrentados los de izquierdas con los de derechas sino que además había que saber quién era de los de arriba para odiarle. Vertical y horizontalmente pasamos a estar todos enfrentados.
Fue hace muy poco cuando llegamos al punto más alto de enfrentamiento, cuando generamos tanto odio, tantos cordones sanitarios, tantos enemigos, tantos fascistas, tantos perroflautas, tantos bolivarianos, batasunos, franquistas, filoetarras,…
Mientras, el Parlamento se fragmentaba con los nuevos partidos, llevándonos irremediablemente a la situación actual. Desaparecen las mayorías absolutas, nuevos partidos entran en las Cortes y parlamentariamente están forzados a llegar a unos acuerdos justo cuando más se odian, desprecian e insultan entre ellos.
Elecciones, repetición de elecciones, moción de censura, elecciones, repeti… Gobierno de Cooperación, Coalición, elecciones.
Resulta que no hay más remedio que pactar. Pero es ciertamente difícil hacerlo con quien hacías responsable de todos los males apenas diez días antes. A izquierda y derecha, que este desastre está muy repartido.
Ciudadanos no adelanta al PP, VOX no lo remata y Podemos se desinfla ante la centenaria maquinaria socialista. Difícil pacto en la Comunidad de Madrid o Murcia, para tesis doctoral la Presidencia del Gobierno.
Pablo Iglesias quiere ministerios. Porque no se fía del PSOE. El PSOE no se fía de Podemos, entre otras cosas, porque para qué quiere ministerios. Los dos llevan años insultándose, incluso seguían haciéndolo cuando la realidad les mostraba la necesidad de entenderse. Bueno, lo siguen haciendo ahora después de cada reunión privada (esas que iban a desaparecer) en la que supuestamente están negociando.
Van a pasar años y muchos sapos van a tener que ser tragados hasta que aprendamos a pactar. Ayudaría mucho que los que pactaran hoy no fueran los mismos que se insultaban ayer. Es difícil que Rivera llegue a acuerdos con Sánchez, como que este último lo haga con Casado. No les digo nada de Iglesias con el resto.
Si se fueran los que nos han traído hasta aquí, tras agradecerles sus servicios, sería más fácil que el relevo continuara la marcha.
Eso, o volveremos a lo de antes, porque lo que es incompatible poco dura. O nos odiamos todos y se reparte al 50% en un bipartidismo tradicional o empezamos a entendernos y salvamos de la desaparición a este nuevo escenario de más partidos, más pluralidad y más debate.
Que los que mandan elijan, o elegiremos nosotros (entre las pocas opciones que nos queden).