12 años sin bailar

El pequeño tenía cinco, el mayor once. Se quedaban con su padre porque ella tenía una despedida de soltera.

No pensaban quemar la noche, más bien una tarde tranquila de spa, cena y alguna copa.

Sin saber bien cómo, pera de esa forma en que antes siempre pasaba, entraron ya de madrugada en un bar. La cena había ido bien, el spa inmejorable y de golpe aquella atracción hacia la música.

Jugaba una final el Madrid así que la pista estaba vacía, preparada, a punto. Se lanzaron sin pensarlo, bailando como si nadie las viese, como debe ser, como efectivamente era.

Hasta que el agotamiento no hizo mella no fueron conscientes ni hicieron el cálculo, pero tirando un poco de memoria, en base a canciones y fechas de publicación de los singles, se dieron cuenta de que llevaban 12 años sin bailar.

Les pareció una eternidad. Son demasiados años, se dijeron.

De golpe la perspectiva, sus vidas, el cambio. Seguro que habían bailado alguna vez en esos años. Siempre hay una boda, un bautizo, un algo. Pero no bailar de salir y bailar, de amigas en un bar, de tener que irse cuando los tíos que empezaban a llegar tras la celebración de la Copa se ponían pesados.

Mucho tiempo dedicado a otras cosas y sobre todo a otras personas. Mucho tiempo sin tiempo.

Quedaron en repetirlo. Sin fecha exacta.