Forges tenía razón, como la suele tener El Roto, pero es que también Machado nos retrató bien.
Probablemente seamos la nación del mundo que mejor conoce sus defectos y a la vez la que con más comodidad convive con ellos. Ahora, que nadie nos lo diga.
Lo podemos ver en Concha y en Mariano, ahí sí. Porque no son ninguno de nosotros, aunque todos nos veamos representados en ellos. Ahora bien, ojo con que a cualquiera se le ocurra escribir que tenemos una economía en B -generalizada-, que mantiene a buena parte de nuestra sociedad. O que nos recuerden que muchos van al trabajo, frente a los que trabajan.
Llevamos tantos años conociéndonos como prometiéndonos cambiar. Tanto es así que nos creemos a políticos que cada cierto tiempo llegan y nos aseguran tener la llave para cambiarlo todo. Con su llegada la Sanidad Pública resurgirá, las pensiones aumentarán, los bancos pagarán comisiones, los empleos serán fijos, las condiciones laborales justas, la Justicia rápida y eficaz y la corrupción perseguida hasta la extinción.
Y hasta les votamos. Porque sabemos que de hacerlo, de ponernos en serio a ser transparentes, legales y productivos todo lo bueno sería sostenible.
Pero luego no. Nada. No ocurre. Cambiamos de «a poco», «al merme» que diría Mota. Y tampoco es poca cosa, porque avanzamos.
Fíjense, que ayer miles de pensionistas llenaron las calles para reclamar pensiones dignas sin haber llegado a Trending Topic en Twitter, sin memes, sin hastags. No se sabe muy bien cómo lo hicieron. A mi me pilló viendo una serie en Netflix.
Igual es eso, ellos lo tenían mucho más fácil para salir a la calle. La serie que veían era un día a la semana, a una hora concreta. Nosotros, en cambio, tenemos que terminar las cuatro series que vemos a la vez antes de que llegue una nueva temporada. Así no se puede salir a protestar, no hay tiempo. O ganas. O ¿para qué?.