Tenía razón, pero daba lo mismo.
Porque la razón, cuando se tiene, casi nadie la reconoce. Nadie se digna a darla. La niegan con silencio porque es cara, porque acaba costando.
Es fácil tenerla, más en estos días. Así le pasó. Desde por la mañana acumuló tantos «te lo dije» que perdió la cuenta.
«Esa noticia es falsa», acertó. «Se te van a olvidar las llaves», literal. «Te dije hace dos días que hoy comíamos con mi madre», estaba apuntado hasta en la agenda.
Pero ya era de noche y no había cobrado ninguna de esas victorias.
Incluso le pidieron perdón un par de veces, pero no le dieron la razón ni teniéndola.
A los locos sí se la dan, pensó. Igual porque nadie les tiene en cuenta. El problema de la razón es poder recordar a quien te la dio que la tuviste. Menudo arma.
Nadie se quiere quedar tan indefenso.
Tal vez nadie deba quedarse así de desvalido.