Pacto (24)

Lucía miró a Laura, en busca de respuestas que por una vez no tenía.

No era un problema psicológico, no se trataba de analizar un comportamiento, esto era su campo. De ser el mismo lobo, el que salía en la foto con Miriam, ese al que llamaba «mi lobo», algo no cuadraba.

Laura, angustiaba por la mirada perdida de Lucía, entendió que debía seguir leyendo.

«… se quedó quieto unos segundos, guardó el cuchillo y se acercó a Miriam. La golpeó en el cuerpo con un puñetazo que hizo temblar aquel cuerpo, como si de verdad fuera un pez al que acababan de sacar del agua y agonizaba.

Fue a por Asunción, la escupió en la cara. A pesar del desprecio de Lobo, ella lo disfrutó. Luego vino a por mí, me arrancó el vestido, se rió al verme en ropa interior, lanzó un puñetazo a mi estómago y terminó con un «puto maricón de mierda» que apenas dolió.

-¿Queréis que os mate? ¿De verdad? Sería un placer librar al mundo de mierda como vosotros.

Miriam, recompuesta de nueva, respondió como si aquellos golpes no hubieran existido.

-Sí, hazlo. Pero no ahora. Te pedimos un mes.

-Qué asco me dais.

Miriam logró quitarse el disfraz. Salió completamente desnuda. La cara de Lobo -enganchado de inmediato a aquella belleza- impactaba, más tras haber dicho el asco que le dábamos. Ella ser acercó, le quitó los pantalones, se puso de rodillas y empezó a hacerle una mamada. Lobo guardó su chuchillo y puso sus manos sobre la cabeza de Miriam, Asunción hizo el amago de sumarse pero él la rechazó con un gesto de desprecio absoluto. Yo me quedé hipnotizada con el ritmo.

Ni un sonido, ni un movimiento. Sólo los pequeños suspiros de aquel hombre. Uno tras otro hasta el último, el más alto, el más largo.

-Un mes de esto, cada día. No publicas nada. Luego nos matas -Miriam se lo dijo a la cara, nada mas levantarse, sin siquiera haberse limpiado.

Lobo no respondió. Se subió los pantalones, nos amenazó cogiendo de nuevo el cuchillo se se marchó.

De nuevo solas, todavía con el corazón pidiendo calma, nos pusimos a hablar. No criticamos la oferta que había hecho Miriam, nos había salvado la vida. Nos había dado un mes para pensar. Eso pensé.

Ella no. Lo había visto claro, no le parecía mal cumplir el pacto, ser por fin libres. Fueron mil motivos, mil razones. Nos convenció.

Aquella fue la primera vez que empezamos a preparar nuestra muerte.

Laura tuvo que parar de leer, le faltaba el aire. Lucía seguía con la mirada igual de perdida, tal vez un poco más. Querían decir tantas cosas que eran incapaces de pronunciar una palabra, saber cuál priorizar, asegurarse de no olvidar ninguno de los pensamientos que llenaban sus cabezas.

Lucía se levantó. Fue a por su móvil, apoyado en la mesa del salón. Abrió Instagram, fue al perfil de Miriam, buscó aquella historia.