Cama (17)

-¿Pero cómo de explícitos son esos desnudos? -preguntó Laura tras la exposición de Lucía, narrada con el ritmo que usaba cuando debía testificar por algún caso.

La respuesta fue silenciosa. Del bolsillo sacó su móvil, lentamente, mientras pensaba en la excusa para tener y mostrar lo que en unos segundos iba a poner ante los ojos de su…. ¿pareja? Esa nueva duda empañó todo el pensamiento anterior.

-Hay más, ve pasando. No debería tener esas fotos, pero creí que viéndolas tendrías una idea mejor de lo que decía – Su tono estaba al nivel de la excusa.

-¡Está cañón!

-Está muerta -respondió Lucía, tan sorprendida por el comentario que solo supo ponerse a la defensiva cuando en realidad quería comentar con ella lo acertado de tal afirmación.

-Sí, bueno, pero mira qué cuerpo y qué piernas…

-No me he fijado, para mí no son más que pruebas.

-Venga cariño, no me toques las narices. No me voy a poner celosa y menos por alguien que está muerto…

Lucía temblaba por dentro. Por fuera mantenía el cuerpo de policía, en minúscula, pero la sinceridad y cercanía de Laura, esa que sólo se sueña y se desea tener en una pareja que nunca existe, la desarmaba. Encima, había dicho cariño. Por primera vez. Eso le interesó más que Miriam, eso llenó sus mejillas.

-¿Cariño?

-Sí, qué pasa. Y creo que algo más que cariño. Espérate que no me enamore de tí y te suelte un te quiero la semana que viene.

Respondió con un beso, convirtiendo toda su timidez en una catapulta para acabar en sus brazos, tirar el móvil, olvidarse de aquellas piernas infinitas muertas y quedarse con ese cuerpo vivo, al que le iba quitando todos los botones.

Lograron volver al caso cuando Lucía descansaba con su cabeza apoyada en la tripa de Laura. Mirando hacia sus pies, en la cama, mientras recibía un pequeño masaje en la cabeza.

-A Miriam no le interesaba su cuerpo, no sentía que fuera el suyo. Tal vez por eso podía enseñarlo sin miedo. El que ocultaba, era otro -dijo Laura sobre el silencio.

-Tiene sentido. Hemos visto que recibía «bizums» pocos minutos antes de enviar algunas de esas fotos por WhatsApp a algunos contactos.

-¿Quienes?

-Lo estamos comprobando todavía, pero imaginamos que nada relevante. Pervertidos que pagaban unos euros para que ella enviara sus fotos. Esos no suelen pasar de ahí y no tiene pinta de que tuvieran el más mínimo interés en una vieja o en un señor disfrazado de princesa. Miriam se ganaría algo de dinero así.

-Pues más a mi favor. Tenía un cuerpo que envidiaría cualquiera y en cambio ella debía de odiarlo. Lo entregaba sin problema alguno, lo fotografiaba, lo usaba sin más. Para ella no era algo íntimo, algo que sintiera como suyo. Esos desnudos le daban igual, así que lo que borró, que podemos imaginarlo, es lo que ella realmente sentía ser. Una cuestión de identidad.

Lucía no respondió. Con su mano izquierda empezó a acariciar las piernas de Laura. Alejándose y acercándose, alejándose y acercándose. Lentamente, haciendo pequeñas curvas. Desde esa perspectiva eran más largas que las de Miriam.

Sintió que podría presentar a Laura a sus padres.