De nuevo en el edificio de tres plantas. En las escaleras todavía la sangre seca.
Gracias a las cámaras de televisión y a la necesidad de controlar a esos reporteros que siempre tratan de llegar más lejos, habían puesto una patrulla vigilando el edificio, por lo que Lucía podía volver en busca de más pruebas y con el mismo valor en un juicio.
Aunque ya habían peinado el lugar la primera vez, es más fácil cuando sabes lo que buscas. Solía recordar el caso de la nave donde estaba secuestrado Ortega Lara. La primera vez que entraron sus compañeros vieron tubos, bombonas y todo tipo de chatarra, pero cuando ya lograron sacar al funcionario de prisiones y miraron de nuevo, esa chatarra resultó ser material para fabricar bombas, explosivos, lanzagranadas…
Ahora debían buscar un cuchillo, tal vez algún tipo de consolador con tela y, atendiendo al relato de Elmer, la ropa de calle con la que los tres habían llegado a ese lugar. La primera vez no pensaron en eso, suponían que alguien los había llevado hasta ahí, seguramente ya disfrazados.
Lucía buscó en lo que quedaba de los baños. Sólo en uno, de la tercera planta, quedaba un espejo. Un espejo de esos agotados, cansado, que parecía entregar ya sus últimos reflejos antes de apagarse del todo. Pero suficiente para mirarse y maquillarse. En él, debió la anciana de confiar para hacer a la perfección esa línea negra en los ojos que a Lucía jamás le saldría. Ante ese espejo, un señor se convirtió en princesa, se llenó los mofletes de polvos azules y encajó con mucho cuidado la corona.
Tal vez recogiera los últimos parpadeos de Miriam, antes de ser atún.
Pero ningún rastro. De la misma forma que sus caras ya no estaban en el espejo, su ropa había desaparecido. Metro a metro de aquel edificio buscando para no encontrar nada.
Se asomó a la ventana para ver de nuevo la pintada en las paredes, buscando inspiración. Sintió que era como mirar a otro espejo, aunque este siempre mostraba lo mismo. Una realidad concreta en vez de un reflejo de la misma.
Había un punto al final. Un signo de puntuación en una pintada. Poco habitual.
Corrió hasta aquella columna -una de las más lejanas-, perseguida por los objetivos de las cámaras. Nadie había mandado cercar aquellas ruinas así que no puedo evitar que siguieran sus pasos. Ante sus ojos y ante los de las cámaras, una firma dentro;
«Lobo»