Le había dicho en la comisaría para parecer todo lo oficial posible, aunque ahora lo lamentaba. Hubiera preferido una cafetería.
Reservó una sala, para que al menos que no fuera una conversación en medio de la oficina. Sí, un poco de intimidad, eso buscaba, sin engañarse a sí misma.
Laura, rubia como en la tele, pero algo más bajita de lo que suponía, llegó a la hora exacta. Vestido corto, lucido por todo el pasillo que dejaba en evidencia los vaqueros y camiseta blanca de Lucía. Una ola de luz, colores y movimiento frente a la monotonía gris y ajustada. Pelo suelto, ondulado, humillando a su coleta. Al final se alegró de haber quedado en comisaría, protegida por la coherencia de tonalidades y estilo del entorno.
Guerreó con su sonrisa, la que su madre siempre le decía que debía mostrar más a menudo. Grande, moviéndose, regalándosela a aquella psicóloga que seguro la estaría analizando. Correspondida.
La sala estaba tan mal iluminada que los colores de aquel vestido se apagaron de golpe. Contra las sillas de hierro, las piernas de Laura perdían el movimiento hipnotizante. Lucía pudo concentrarse.
-Aquello que dijiste en televisión puede ser la clave de este caso. Lo de las identidades reales que se ocultan y salen con los disfraces que usamos. No con estas palabras, disculpa.
-No te disculpes, es justo eso, sí.
Antes de que pudiera seguir hablando, Lucía sacó de la carpeta que había puesto sobre la mesa las fotografías con el detalle de las frases en los pubis de las víctimas.
-Creemos que las escribió Miriam, es su letra. Todo esto es confidencial, claro.
-Sí, sí, no te preocupes. Como si estuviéramos en una consulta.
A Lucía no le hubiera venido mal que fuera exactamente eso. Quería avanzar en el caso, pero de la misma forma quería hacerlo con su vida, saber sobre su disfraz. Hubiera preferido preguntar por qué seguía sin decir a sus padres que prefería mil veces el abrazo de una mujer que el de aquellos novios que tuvo, en vez de los detalles sobre sentirse atún.
-Es una autodeterminación de identidad muy compleja, que vas más allá del componente de género. Es una cuestión de transespecismo.
-¿Entonces no es «humana«? -Lucía puso las comillas con el tono, con los dedos y con la mirada
-Sí, claro que es humana. Pero no se siente conforme con serlo. Ni siquiera es una cuestión sexual, o de fetichismo. No es que se excite con un atún, porque entonces habríamos visto otro tipo de prácticas. Ella sentía ser un atún, un pez y es lo que buscaba ser. Por lo que veo en estas fotos, eso era lo que les unía. Seguramente habían ido muchas veces a ese lugar, donde poder ser, en libertad, quienes en realidad eran.
Sus compañeros ya estaban analizando los teléfonos móviles, en busca precisamente del lugar de encuentro virtual desde donde quedaban. Saber si eran siempre ellos tres o alguno más podría abrir el abanico de sospechosos.
-La anciana sí mostraba signos de una actividad sexual intensa- añadió Lucía.
-Es lógico, es parte del personaje. ¿Sabéis si sexo con otra persona o con objetos?
-Parece que objetos. No había rastros de otra persona.
Una tras otra, avalancha de preguntas. Algunas justificadas por la investigación, otras por curiosidad, otras por poder escuchar a Laura hablando con esa seguridad, con esas palabras, con ese movimiento de sus manos que poco a poco iba rompiendo la sobriedad de aquellas paredes.
-Te debo una cena por todo esto -soltó Lucía cuando apenas quedaban ya preguntas sobre el caso.
-Cuando quieras.
-¿Esta noche?