Limpieza (2)

Carla había declarado la misma tarde que descubrieron los cuerpos que sonaron tres disparos. Ella estaba en el único edificio que había cerca, a unos cientos de metros, al principio de la misma calle. Era un bloque más bajo, donde una serie de emprendedores habían abierto un espacio de coworking.

Aquel día era festivo, pero le habían pedido que aprovechara para ir a las oficinas, ya que normalmente estaban ocupadas a todas horas y no era fácil hacer una limpieza en profundidad.

No había visto nada raro ese día, ni tampoco el anterior. No mencionó a ninguna chica acompañada por su novio ni tampoco sabía demasiado del edificio de tres plantas. La parada del autobús estaba al comienzo de la calle y ni ella, ni casi nadie, pasaba nunca más allá de las oficinas en las que trabajaba. Como si la calle en realidad terminara ahí, algo a lo que ayudaba que el asfalto, precisamente, estaba reparado hasta poco más allá de de las oficinas. Para llegar al edificio de tres plantas era necesario recorrer un camino lleno de baches y grava levantada.

No supo decir si allí iba alguien a trabajar, ella creía que estaba abandonado, pero tampoco podía describir el edificio más allá de la forma exterior que con dificultad veía desde las ventanas de uno de los despachos. Simplemente oyó tres disparos.

Le preguntaron si podía haber confundido el sonido con otra cosa, pero dijo estar segura. En su barrio, palabras textuales, «se aprende rápido a diferenciar el sonido de un disparo».

Ninguno de los cuerpos, salvo que la autopsia presentara datos reveladores, parecía haber muerto de un disparo, ni en sus cuerpos se apreciaba el más mínimo indicio de que les hubieran disparado. Ni un casquillo en el suelo, ninguna marca en las paredes.

Carla había escuchado tres disparos, a la hora en la que se presumía que todo había ocurrido y procedentes del lugar exacto, pero no había la más mínima prueba de que un arma, más allá de la usada para rajar los cuellos de las víctimas, se hubiera usado.

Por ahora tenían el testimonio de Carla, el de Violeta, la acusación de Elmer, el cuerpo de Miriam y dos más. Uno todavía sin identificar y el otro con un un carnet encontrado en sus calzoncillos, con una foto que correspondía con lo que quedaba de su rostro pero con un nombre que, tal y como les acababan de informar, no daba ningún resultado en la base de datos.

Necesitaban hablar con el conductor del autobús y con alguno de los trabajadores de las oficinas. Hasta entonces, Elmer tenía asignado el papel de principal sospechoso.