Si el coronavirus pasa, si realmente pasa, es muy probable que nada cambie.
No seremos una sociedad diferente, no se alterarán por completo nuestras costumbres, no habrá un renacimiento en nuestras formas de convivencia.
Si pasa, nos olvidaremos del vecino con el que aplaudimos porque volveremos a no tener casi nada en común, volveremos como locos a nuestras rutinas, no nos pondremos más mascarillas y llenaremos los bares. Será cuestión de tiempo. Salvo que después de este coronavirus venga otro y otro de manera seguida, salvo que a partir de ahora vivamos luchando contra un virus nuevo de forma constante, no vamos a cambiar.
Cambiar hábitos y costumbres lleva vidas enteras. Un mes -dos meses, tres meses- encerrados está muy lejos de hacer que una sociedad cambie, sobre todo cuando hablamos de comportamientos esenciales.
No vamos a ser mejores. Ni peores. Es mentira que no valoremos la Sanidad. A la Sanidad la valoramos muchísimo, más cuando hay una crisis, pero de aquí a que volvamos a votar habrá otro foco de atención.
No se nos olvidará lo ocurrido, tendrá más espacio en los discursos de campañas cercanas, pero nos diremos que ya ha pasado, que hay más cosas, que ahora el problema es otro. Como siempre.
Si fuéramos de otra forma, si como sociedad se actuara aprendiendo a la primera no habríamos llegado a este punto tan desastroso. Hay que presuponer que seguiremos contaminando, usando el coche, dejando el teletrabajo abandonado. Bueno, tal vez teletrabajemos más, pero porque la tendencia ya estaba iniciada, la costumbre nueva estaba ya en marcha y esto ha sido un acelerante.
No es pesimismo, es evitar lamentos cuando salgamos. Es rebajar la épica, para que el golpe no sea tan duro. Ahí fuera no ha cambiado nada, ni nosotros lo suficiente salvo que -una vez que pase- nos lo propongamos. Pero será, de ser, una decisión colectiva que está por venir y que conlleva hacer un cambio, no creer que lo vivido lo ha sido.
Lo que más durará será el miedo y las -terribles- consecuencias económicas. Justo los dos factores que menos tienden a hacer a las sociedades mejores en conjunto.
En ese día de mañana seremos igual de egoístas, de superfluos, de apasionados por los futbolistas, por Instagram, por la moda, por las playas y las terrazas. Mandaremos al distanciamiento social, día a día, cada vez más lejos mientras nos vamos acercando.
Porque es lo que somos, es a lo que tendemos.
Este confinamiento quedará en las pequeñas cosas, en las imperceptibles, pero no en las grandes. Quedará en ese extra de latas de conservas que compraremos por si acaso, en ese lavado de manos un poco más intenso, aunque se vaya haciendo menos frecuente. En taparnos un poco más al toser, en saludarnos un poco más afectuosamente en el bloque si nos cruzamos. Casi todas, cuestiones individuales no sociales.
Hasta la economía, luchará por volver a lo que sabe.
La prueba es que no es la primera vez que pasa.
Foto: Desinfectando a Pericles. Murió en 429 AC, por una epidemia.