No entremos en sus debates, no usemos sus palabras, no caigamos en su agenda. Mejor el vacío, mirar a otro lado, silenciar los gritos.
Perfecto, hay teorías que afirman que eso ha funcionado más de una vez y en su justa medida, sin duda tiene efecto. Pero no nos pasemos… de listos.
Hay temas y debates que creíamos superados, como creíamos erradicadas ciertas enfermedades y ahí están de nuevo, infectando a gente. A ningún médico se le ocurriría tratar los nuevo contagios cambiando el nombre al virus, negando sus síntomas u obviando sus consecuencias. Lo que hará es sacar de nuevo las vacunas que tan bien funcionaron en el pasado y se pondrá como loco a usarlas.
Con Vox es algo parecido. La libertad sexual, la libertad de los hijos, la educación, los valores, la moral, el amor libre, el placer, la masturbación y un largo etcétera que teníamos superado resulta que de nuevo se pone en duda.
Por agotador que parezca tener que volver a hablar de esos temas, no puede haber mejor escenario. Nos habíamos creído que por educar a una generación el resto heredaría lo aprendido y nos confiamos, porque siempre hay y habrá terraplanistas que crecen en nuestro silencio, en nuestra soberbia y exceso de confianza.
Fíjense si son buenos temas que en el pasado ya vencimos argumentalmente en ellos. ¿Cómo aceptar que la libertad sexual es un tema de agenda de Vox? Eso sí que sería perder en la casilla de salida.
Lo que toca es esforzarse de nuevo. Debatir del Pin parental todo lo que haga falta, hasta que se muestre y demuestre lo que de verdad es. Toca incidir de nuevo en el amor, de quien quiera hacia quien quiera. Que esa libertad no es privada, que es pública. Que no tenemos que ser libres encerrados en casa o en un armario, que nuestra libertad es una expresión social y que ejercerla no ataca ninguna otra salvo aquellas que desean cercenarla.
Nada me hace más feliz que debatir de temas con aristas, filosóficos. Un placer que la política vuelva a ello tras tantos años de debates agotados y agotadores.
Al fin y al cabo son temas que siempre deberían estar en activo, porque atañen a lo que somos y a cómo nos relacionamos. Debatir sobre ellos nos perfeccionan y nos adaptan mejor a la situación del momento.
La ausencia de estos debates en el espacio de la mayoría provoca que queden en los extremos. No es cuestión de igualarlos, pero ahí es donde dejamos de sentirnos representamos los muchos y son los pocos los que nos hacen posicionarnos más en contra que a favor.
Cuando eso pasa, el espacio común se rompe y hasta Vox puede sacar rédito de aquello que estaba superado. La respuesta no es lo contrario, es volver al escenario común previamente configurado.
Negar las propuestas de Vox, por ser claros, no pasa por abrazar a quienes nos plantean una supuesta heterosexualidad que oprime solo por existir, o que las relaciones heterosexuales normalizadas son la recreación histórica del machismo dominante. No es necesario ir corriendo a la necesidad de la penetración anal al hombre para igualar las formas de relaciones sexuales.
Lo resolvimos bien en su momento. Seamos libres y respetuosos. El que quiera y disfrute de una relación heterosexual que lo haga. Que añada todos los tipos y formas de penetración que mutuamente deseen.
Quieres quieran otros tipos de relaciones, que lo hagan. Que las disfruten.
Y así nos respetamos todos, sin decir al resto cómo deben ser, follar y disfrutar o cómo no deben hacerlo.
En ese punto, en ese respeto a la libertad de cada uno, Vox se disuelve porque no es más que una reacción en negativo a una acción que, a priori se plantea en positivo, pero que en demasiadas ocasiones se ha excedido.
Educación, información, respeto y libertad. Y al sexo a disfrutar.