Oficialmente muerto

Hay un señor vivo en Rumanía que está muerto.

Hace años se fue de casa, dejó a su familia y tras desaparecer –estaba trabajando en Turquía– su mujer logró que declarasen oficialmente su muerte.

Ahora ha vuelto a Rumanía y ha intentado demostrar que, tal y como la evidencia demuestra, está vivo. Pero, fíjense qué maravillosa es la burocracia, se le ha pasado el plazo para recurrir su muerte.

Glorioso.

Quédense con la frase porque resume tantas cosas…  «se le ha pasado el plazo para recurrir la oficialidad de su muerte».

Mientras aquí algunos nos angustiamos por no superar los plazos para pagar a Hacienda y nos quejamos -con razón-, hay quien llega tarde a poder demostrar que está vivo.

Apasionante la situación de este vivo muerto, llamado Constantin Reliu, que imagino no tendrá derechos ni obligaciones. ¿Y si roba? ¿Y si asesina a alguien? Es de suponer que no pueden culpar a un muerto…

Si recuerdan la noticia que comenté hace unas semanas, se puede da la paradoja de que en breve sea oficial la existencia del Bigfoot, aunque no exista y a la vez un señor vivo esté oficialmente muerto.

Para que luego digan que para qué sirve la Sociología, con la cantidad de realidades que construimos socialmente.

Precisamente por eso no quisiera que estos dos casos dieran la impresión de que esta construcción de la realidad tan burocrática es algo anecdótico y extremo. Estas dos situaciones son sin duda la cima de un sistema de existencia social creada por nosotros, pero ese mismo constructo social (permítanme la licencia) nos afecta a nuestro día a día.

Traten de recordar, por ejemplo, cuando se casaron. ¿Cuántos certificados de vida tuvieron que pedir? Sí… usted, yo y cualquiera para poder casarse en España necesita que la administración le entregue un papel en el que confirma que usted está vivo.

¿Un mero trámite? Que se lo digan a Constantin.